25.10.11

Amor de papelería

Me encantan las papelerías porque están llenas de cosas que amo: plumas y libretas, instrumentos y plataformas para escribir. 

Ayer fui a una de esas papelerías grandes. Sólo iba por un poco de foamy, pero entré y sentí la tentación de recorrer todos los pasillos. Quería ver qué había. Una nunca sabe con qué se va a encontrar. Me tardé y  eso que no me detuve a cada paso como suelo hacer, porque tenía un compromiso pendiente. 

Una vez me sentía tan triste que fui a una papelería y estuve horas escogiendo unas plumas. Por alguna razón, es un lugar que me calma y me emociona a la vez. A veces quiero comprarme algunas cosas, sólo porque son hermosas, pero entonces recuerdo que tengo más libretas de las que uso y que todavía tengo un paquete con varias plumas. 

Tal vez deba comprar plumas de una en una para encontrar más pretextos para regresar. No puedo prometer lo mismo con las libretas porque ya me hice aficionada a las Moleskine. Para alguien torpe como yo, que tiende a maltratar las cosas sin querer, es perfecto que tengan tapa dura y un elástico para cerrarlas. 

Gipsy girl mosaic


En 1999, este mosaico bizantino fue encontrado en la ciudad de Zeugma en Turquía y fue llamado el mosaico de la niña gitana. 

Recuerdo haber visto esta imagen en el periódico y haberme sentido cautivada por esa mirada. Quise leer más sobre el descubrimiento, pero la única información que había era un breve pie de foto. 

Muchos mosaicos bizantinos tienen miradas severas o vacías, personajes religiosos y emperadores que miran hacia el frente sin ningún propósito, con el cuerpo recto, en una pose rígida. 

Pero este mosaico era algo que nunca había visto. Recorté el periódico y guardé la imagen durante mucho tiempo. Incluso la escanée, previendo que el papel se desgastaría en cualquier momento, e imprimí la imagen en blanco y negro, tal como fue publicada en el periódico. La pegué en la puerta de mi cuarto donde estuvo quizá unos 5 o 6 años, sobreviviendo más allá del caos que fue mi vida en esos años. 


Hasta que un día se despegó y cayó al suelo llenándose de polvo. Sacudí el recorte y lo asenté en mi escritorio. Fue cuestión de tiempo para que desapareciera. El archivo digital también se perdió, supongo yo en alguna mudanza de computadora... Pero por alguna razón, el recuerdo de esa mirada se conservó prácticamente intacto en mi mente. 

Hoy veía el fondo de mi página de Twitter y pensaba en cuánto me gustan los mosaicos... Me pregunté desde cuando era así y la imagen de esa mirada bizantina volvió a mí. Busqué como pude en la red, con lo poco que sabía de este mosaico, y apenas lo encontré.

No voy a negarlo: me siento emocionada y conmovida por haberme topado con esta pieza de nuevo. Siempre me pregunté porqué estaría mirando de esa forma. Siento su tristeza y su melancolía... veo una mirada que guarda cierto dolor, que se sostiene a pesar de lo que siente. 

Cuando yo tenía 19  y veintitantos años, esta era una última mirada. La última vez que se mira a alguien que no se volverá a ver. La mirada con la que alguien se despide del hogar que tiene que dejar. Una última mirada para grabar ese instante en su mente y conservarlo para siempre. 

No necesito saber cuál es la posición de su cuerpo, para mí ella va hacia adelante y voltea hacia atrás. El destino la arrastra, se la lleva lejos... pero su corazón se queda ahí, justo donde posa la mirada. Y ahí estoy yo, atrapada por esos ojos que me miran a mí y a cada persona que se ha cruzado con ellos, desde hace más de 1,500 años.

22.10.11

Midnight in Paris


Esta película me pareció absolutamente hermosa, llena de referencias. La recomiendo especialmente a aquellos que disfruten de la literatura y las artes.